Psicología de la oración

¿Por qué a muchos de nosotros nos cuesta tanto orar?
El psiquiatra y expositor bíblico Pablo Martínez Vila nos explica cómo el temperamento y la personalidad de cada uno influyen en el cómo, el porqué y el cuándo de nuestra vida de oración.
Pablo Martínez aporta al tema de la oración una combinación singular de enseñanza bíblica, sabiduría espiritual, lucidez sobre la naturaleza humana y una cálida preocupación por las personas.
«El autor ha escrito un libro profundo, práctico y personal en el que se combinan la pericia del psiquiatra con la ternura del pastor. Su meta principal es estimularnos a «orar sin culpa». Quiere mostrarnos que la oración es más un placer que una carga. Recomiendo calurosamente la lectura de esta obra. No puedo imaginar ningún lector que deje de recibir bendición a través de él, como yo mismo la he recibido». (Rev. John Stott, en el prólogo)

Primera parte
Cómo la personalidad y el temperamento influyen en la oración

1. Oraciones distintas para personas distintas. La oración según el temperamento.
2. Venciendo dificultades: Los problemas emocionales y la oración.
3. Problemas en el contenido de la oración: La oración equilibrada.
4. Valor terapéutico de la oración: La oración, un relación de amor.

Segunda parte
Apologética de la oración

5. La oración: ¿Ilusión psíquica? ¿Autosugestión?.
6. ¿Todas las oraciones iguales? La oración cristiana ante las formas orientales de meditación.

Al escribir sobre cómo la personalidad y el carácter afectan la vida de oración, tenía tres propósitos en mente: en primer lugar, ayudar al creyente a evitar luchas innecesarias en su vida cristiana. Muchos piensan que sus luchas son pecado y no comprenden que a menudo tales dificultades no tienen causas espirituales, sino que son resultado de nuestra constitución emocional y temperamental. En la medida en que descubra cómo influyen su temperamento y su personalidad, podrá potenciar y mejorar su vida de oración. ¿Cómo aprovechar las virtudes y contrarrestar los defectos de mi carácter en la oración? ¿En qué me beneficia o me perjudica mi temperamento espiritualmente? ¿Qué puedo hacer para mejorar las aristas que dificultan mi relación con Dios y con los demás? Es mi deseo que la respuesta a estas cuestiones lleve no sólo a un crecimiento personal, sino que promueva también la aceptación mutua entre los creyentes y entre iglesias, al comprender que la variedad es un tesoro que enriquece, no un obstáculo que estorba.
En segundo lugar, desearía que el lector descubra en la oración una fuente de placer. Sabemos mucho de la oración como «fuente de poder» y damos gracias a Dios por ello; pero si la vemos sólo como una herramienta poderosa, perdemos de vista el elemento de privilegio inmenso y de gozo espiritual inherentes a su naturaleza. Si la oración es, ante todo, relación con mi Padre que me ama, entonces es una fiesta y hemos de orar con más alegría. La oración no debe ser una carga, sino un placer; no debe asociarse con culpa, sino con gozo. ¡Cuántas veces al pensar en la oración nos sentimos culpables! Es como un reflejo automático que nos martillea: «oramos poco, oramos mal» y así la plegaria se convierte en una carga más en la vida cristiana, es la eterna asignatura pendiente. Ayudar al lector a descubrir la oración como fuente de deleite, y no tanto de culpa, es uno de mis mayores deseos al escribir este libro.
El tercer propósito era describir el enorme poder terapéutico de la oración sobre nuestra vida psíquica. Es un instrumento poderoso para producir sanidad emocional. La oración cambia las cosas, pero también cambia a las personas. Es en la plegaria donde nos encontramos cara a cara con el Médico por excelencia, el Señor Jesucristo, quien nos quiere dar «vida en abundancia» (Jn. 10:10).
La segunda parte (capítulos 5 y 6) trata de la apológetica de la oración. Su propósito es equipar al lector con argumentos que le ayuden a defender la relevancia y la singularidad de la oración cristiana en esta sociedad postmoderna. El sincretismo y el flirteo con Oriente nos obligan a proclamar hoy con renovada firmeza que no todas las oraciones son iguales, como tampoco todos los caminos llevan a Dios. (pág. 13-14 de la Introducción)